Curioso es lo que me ocurre siempre que estoy acabando un proyecto importante.
¿No estas nerviosa? Me pregunta mi colega Emilio Villalba. Pues claro que sí...
Aparte de nervios, vértigos e inquietud, después de haber estado volcada en cuerpo y alma a un proceso y llega el momento de cerrarlo, siempre siento un gran vacío y una resistencia a querer 'soltarlo'. Siento un gran apego a lo que ha sido el proceso y una dificultad en poner el punto final: ese momento que decides dejar de hacer algo que es íntimamente tuyo y pasas a compartirlo con los demás.
¿Que es lo que ocurre en ese preciso momento: cuando acabas un proceso creativo (en mi caso un disco, una canción), sea grande o pequeño -algo donde has puesto una parte importante de ti, donde has entregado parte de tu vida? Lo que ocurre es que deja de ser tuyo. Pasas a compartirlo, a entregarlo al 'universo'. Toma su vida propia, su evolución particular, la que tenga que ser. Por supuesto que de alguna forma sigue siento tuyo, pero se produce una ruptura de la intimidad: se acaba esa relación de libertad que tienes con el proyecto en el momento de la creación.
Los procesos creativos no son estados precisamente de bienestar, como se piensa por ahí. Es idílica la idea de que uno se pone en marcha cuando recibe la inspiración (que también es importante), pero sobre todo es un trabajo de mirarte al espejo cada día, con tus herramientas e instrumentos. Es un acto muy íntimo y personal que te sitúa en ese espacio que es tuyo y solo tuyo, en el que operas a nivel muy instintivo y libre, donde te miras de frente a ti mismo y donde en esencia eres tu. Cuando llevas un tiempo haciéndolo te conviertes en un canal. Entonces llega el momento de tallar y esculpir. Exige coraje, paciencia y confianza. Es un estado de 'intranquilidad' porque estas 'sometido' a todo lo que va llegando y tienes que saber como gestionarlo y como materializarlo con las habilidades, conocimientos y recursos que tienes en ese momento.
Poner el punto final es difícil porque uno sabe que siempre lo podría hacer mejor, que existen detalles a mejorar y aspectos que quizás cambiarían si tuvieras mas tiempo, mas conocimientos y otras herramientas .... Sabes que esa misma canción, ese mismo disco, en otro momento de tu vida, lo desarrollarías de otra forma, tomaría otro camino. Poner el punto final es para mi todo un arte para poder seguir adelante. Exige conocer hasta donde puedes dar de tí en ese determinado momento. Es reconocerte en tus capacidades temporales, sabiendo que eso que sueltas refleja una parte de ti en un periodo determinado, y que lo haces para dejar que vengan otras cosas, para permitirte evolucionar. Poner el punto final es un acto de valentía.
Es curioso como se enfrentan las ganas de acabar algo a nivel racional -uno siempre desea que llegue el momento de finalizar y de poder compartirlo- con este estado de resistencia y de apego mas profundo...Quizás lo que mas disfruto yo es precisamente esa intimidad y libertad que me da el proceso creativo. Quizás es donde realmente me siento crecer. Aun así espero practicar muchas veces mas el arte de poner puntos finales.